1974 - 2024

50 aniversario Familia Oyambre


Un espacio dedicado a la celebración de cincuenta años de amor, risas y crecimiento en nuestra querida familia del club. Cada rincón de este lugar atesora incontables recuerdos y vínculos que han perdurado a lo largo del tiempo.

A través de testimonios conmovedores y palabras de gratitud, recordamos con cariño las risas, tantísimas anécdotas, momentos de complicidad y el invaluable apoyo de esta gran familia que nos ha enriquecido enormemente.

Que este aniversario nos inspire a seguir cultivando lazos de amistad, aprendizaje y amor duradero en los años venideros. ¡Feliz 50 aniversario!


VÍDEOS TESTIMONIALES

Conversaciones a través del tiempo


Memorables recuerdos de algunas mujeres que en su época vivieron el club Oyambre como uno de los mejores momentos de su infancia. Entrevistas realizadas por niñas que actualmente visitan el club cada semana, a las "mayores", con la máxima alegría, ilusión y el cariño que se experimenta en este magnífico lugar, y que trasciende a lo largo de las generaciones.

Carlota conversa con María del Corte
Valentina conversa con Bea González Varela
Martina conversa con Potoya Durán
Lourdes conversa con Lola González-Pinto
Laura conversa con Luci Nalda
Laura conversa con Lucía Martínez

DESDE EL CORAZÓN DE LAS GENERACIONES

Escritos a través del tiempo


Entrañables escritos de mujeres extraordinarias que nos narran a través de sus recuerdos y vivencias lo que significó para ellas el club Oyambre.

Natalia De La Fuente

Comité de gestión Club Oyambre 1984 - Actualidad

“No solo es un club de niñas, sino que desde el principio las familias siempre han estado integradas, porque lo primero, son las familias”.

Comencé de monitora en Oyambre en 1984 hasta que mi trabajo me llevó a Madrid (donde continué colaborando en clubes similares a Oyambre, y regresé a Santander en el 2008 igualmente por motivos laborales. Lo que fue una sorpresa es que Oyambre “me fichara” para colaborar de nuevo en el club hasta ahora… y después de tantos años de experiencia y tantas generaciones que han pasado por este club tan querido, puedo decir que ha sido un honor y una satisfacción ver su crecimiento y madurez como personas, a sus asociadas y el desarrollo del propio club en sus distintas sedes. No solo es un club de niñas, sino que desde el principio las familias siempre han estado integradas, porque lo primero, son las familias.

Un gusto ver que, con el tiempo, esas niñas traviesas, curiosas y alegres, se han convertido en mujeres maduras, tolerantes, valientes, con una amplia trayectoria profesional y a la vez, muchas de ellas, madres de familia… ¡Qué gozada comprobar que antiguas asociadas siguen manteniendo la amistad! y que con el tiempo nos han traído a sus hijas al club, porque quieren para ellas lo que en su día recibieron y les ayudaron a crecer como personas en un entorno sano.

Siempre ha sido un reto motivarlas para venir al estudio y mejorar sus capacidades y al mismo tiempo que aprendieran a aprovechar el tiempo de ocio con actividades deportivas, culturales, juegos y risas… recibían valores, y aprendían a conocer y querer a Dios, a luchar por ser mejores, a disfrutar de las cosas pequeñas y a relacionarse y convivir con gente muy diferente a ellas y de otros colegios, porque Oyambre está abierto para todos.

Lo más esperado, en verano los campamentos del Club y puedo afirmar que esa era cada año la mejor semana de todas las vacaciones para la inmensa mayoría. Muchas veces, según bajaban del autobús de regreso, daban un beso a sus padres y ya estaban diciendo que querían volver al campamento del año siguiente. Se divertían realizando actividades diferentes que el resto del curso en el club, ¡¡¡a tratar de tener la habitación ordenada!!! y descubrir que Dios no se va de vacaciones, sino que se le puede tratar también en verano.

Y no solo realizábamos actividades lúdicas… también solidarias y de voluntariado (siempre acordes a su edad), que les ayudaba a ser agradecidas y valorar todo lo que tienen y que otras personas carecen de ello…y un modo práctico de vivir la esencia del cristianismo es a través del servicio y compromiso con los más desfavorecidos… actividades muy variadas: rifas y mercadillos solidarios, venta de galletas solidarias, 'flashmob' en una de las plazas de la ciudad a favor de la Fundación Padre Menni, recogida de alimentos a favor del Banco de Alimentos, en Navidad recogida de juguetes para familias sin recursos, Cantar villancicos en asilos, acompañamiento a enfermos y ancianos en residencias… el caso, era y es, educar la sensibilidad ante las necesidades de los demás. Y no han faltado jornadas de limpieza del medio ambiente, recogiendo residuos en la playa o en el bosque para inculcarles el respeto por la naturaleza y su entorno.

Los encuentros familiares siempre han estado presentes. Están pensados con la intención de facilitar que el Club sea una prolongación del clima familiar. Además, estas ocasiones suponen una excelente oportunidad para intercambiar experiencias educativas con otros padres o comentar con las personas del club aspectos relacionados con la formación de sus hijas.

Agradecen poder compartir con otras familias sus mismas inquietudes y dificultades, y nos cuentan cómo eso les “fortalece” porque a veces se sienten muy solos en el ambiente en que se mueven. Y por supuesto, colaboran con sus sugerencias para seguir mejorando cada día, porque sienten el club como propio. Siempre es un placer volver a encontrarse en: fiestas de inicio y fin de curso, concursos de paellas, de tortillas, de dulces, etc…

Lo dicho, ha sido y sigue siendo una gran satisfacción personal colaborar con un proyecto educativo que incide sobre cientos de jóvenes y familias.

 

Mª Rosa García Rivas

Asociada Club Oyambre

“El club no era solo un espacio, era todo un hogar, era nuestra segunda casa”.

El Club y familias de la mano.

El club no era solo un espacio, era todo un hogar, era nuestra segunda casa.

Fue un sitio donde no solo recibí formación en valores sino donde hice amigas y viví experiencias vitales en un ambiente familiar.

Era muy joven cuando llegué a este club y treinta años han transcurrido desde que, como universitaria, estuve por última vez.

Mis padres decidieron buscar un club cercano a nuestra vivienda, porque preocupados por las amistades que se establecen en la preadolescencia, no solo querían un lugar donde reunirse y realizar actividades culturales, sino que querían un lugar en donde lo natural fuese estudiar y se contagiará el ambiente de trabajo para ser buenas profesionales en el futuro y servir mejor a los demás.

El club estaba dirigido por padres como ellos implicados en la educación de sus hijas en valores cristianos, en los que el esfuerzo personal se viviera como algo natural.

Desde aquí me gustaría dar mi sincero agradecimiento a todas las monitoras y, de manera aún más especial a aquellas que con su esfuerzo y dedicación hicieron posible mi crecimiento personal, la pasión por el trabajo bien hecho acompañado de alegría y buen humor.

 

Loly Sellers

Directora Técnica Club Oyambre 2001 - 2014

“La labor del club es una experiencia muy enriquecedora, enseñas, pero también aprendes mucho de las niñas; su manera de ser, cada una es un mundo.”

Con motivo de este 50 aniversario de Oyambre en Santander, quiero traer a mi recuerdo aquellos años que pasé en el club y me gustaría transmitiros algunas cosas. Estuve como directora técnica, creo recordar, de 2001 a 2014. Comencé en Oyambre con sede en Santander.

Recuerdo con mucho cariño a las monitoras que entonces estaban: Ana, Luisa, Natalia Ana Calderón... y mi más fiel y leal compañera Potoya.

Recuerdo también a muchas niñas: las hermanas Pascual, las hermanas Linares, que fueron algunas de las primeras de aquellos años. Ya, hoy en día, madres de familia. También recuerdo a una niña, Inés Ávila , que pasó a ser monitora y más tarde formaba parte de la junta directiva.

Como no recordar las actividades que teníamos : cocina, natación, defensa personal, baile, teatro, guitarra, manualidades, sevillanas etc. Esto los viernes y entre una actividad y otra nuestro ratito de formación. Los sábados, que también teníamos club, lo dedicábamos a celebrar cumpleaños, hacer fiestas, ver alguna película, excursiones, merendolas etc.

No puedo dejar pasar los campamentos de verano en El Coto o en la Serrilla en León . Allí las niñas se juntaban con otras de distintas ciudades y hacían amistad.

Las niñas venían a pasarlo bien y disfrutaban mucho, pero a la vez se estaban formando a través de las actividades: compañerismo, generosidad, obediencia, sinceridad, querer a todas etc.

Pasándoselo bien eran las propias niñas las que mejor hacían la labor de promoción.

Y para terminar os puedo decir que la labor del club es una experiencia muy enriquecedora, enseñas, pero también aprendes mucho de las niñas; su manera de ser, cada una es un mundo. A veces te sorprendían las cosas que te decían.

Animo mucho a la gente a participar en esta labor, de verdad, te enriquece y no se olvida

¡FELIZ 50 ANIVERSARIO OYAMBRE!

 

Casilda Durán

Comité de gestión Club Oyambre 1983 - 1991

“Hasta tierras navarras llegan ecos de festejos, el Club Oyambre viene a mi memoria trayendo de lejos, recuerdos de ternura y días de pasión y de aventura... ayudar a la niñez en la juventud tiene parte de locura.”

La cabeza la ponían Marichu, después sustituida por Rosa Mari Torre, la gran Carmen Arce, Ma. Luisa Garallo... En una dirección donde te sentías familia por la seguridad que te daba que todo gracias a ellas funcionaba, desde una bombilla hasta la última familia era por ellas atendida.

Y mientras, la monitoras a hacer disfrutar a las niñas... Juegos, teatros, merendolas, canciones, pijamadas, fines de semana en Asturias, convivencias de verano, festivales familiares con grandes actuaciones... Todo ello salpicado de medios de formación y meditaciones.

El bullicio y la alegría resuenan en mi cabeza, junto a los tablones del largo pasillo cuando de todas las esquinas salían corriendo cual jauría, a la clase de cocina, donde Teresilla Noriega, tranquila y chiquituca, manejaba la situación con soltura.

En el lado opuesto de la casa reinaba el orden con Charo, la profe de pintura, gran artista que con paciencia y maestría, a las niñas entretenía.

Ese mismo espacio nos daba amplitud a un pequeño pero recogido oratorio, donde D. Ángel Acosta, D. Enrique y D. Francisco, ayudaron a la piedad de las pequeñas a crecer.

Nunca olvidaré aquel baño de negras paredes, donde la pequeña de los Samper pasó una tarde escondida vestida de drácula en la famosa casa del terror... o aquello que sentí por los abrazos que te dejaban sin respiración de María, pequeña que era todo pasión.

Nombres como Ana Cajigas, María del Corte, Pilar Vallés, María Carrión, María Cabañas... y tantas y tantas otras de toda la sociedad Santanderina que por allí pasaron y llenaron esos años de gozo y de fatiga, donde aprendí a madurar sin dejar de reír ni un solo día.